No me es fácil escribir, ni lo espero tampoco.

Escribo porque tengo necesidad de escuchar con otras palabras el movimiento de las bestias del mar bajo las aguas o el sonido de la viña creciendo en la llanura. No soy profeta, pero quiero que arda en mí la palabra.
Lo he dicho y no cambio de opinión: escribo porque soy una tonta. Soy una tonta porque no tengo vida propia. La poesía se ha apoderado de la mitad y un poquito más de mi vivir. No espero que me devuelva ese pedazo -ni que me lo retribuya- simplemente que lo sostenga y lo haga sólido.
Si me abandona perderé lo que tengo. Ella me perderá a mí, pero no le dolerá tanto. No es fácil convivir conmigo, así que sólo cabrá la posibilidad de que nos dejemos en un mutuo acuerdo.
No me he enamorado en serio, porque temo serle infiel. Le rehuyo al amor sólo para tenerla complacida, al lado mío, dentro de mí.
Escribir y leer mi poesía es desnudarme y perder la ropa en cada encuentro.
Ella es ingrata a veces y eso es lo más hermoso. Porque hace que me esfuerce en mimarla.
Quizás mi poesía hable de mí, tal vez de extraños. Lo que sé es que no puedo dejar de escudriñar mi cuerpo, mi mente, mi espíritu, ni todo lo que me rodea y me hace parte de una masa o me excluye. La poesía me une y me separa del mundo. Me deja arriba con los más nobles sentimientos o me deja al filo de las bajas pasiones.
No me es fácil escribir, ni tampoco lo pido.
No quiero que me devuelvan el derecho de ser normal, sólo quiero ejercer mi piel azul con firmeza, responsabilidad, orgullo.
Escribía al principio como una manera de desahogarme o escapar. Ahora escribir es mejor que hablar. Ahora tiendo a ser muy callada cuando hablo en serio.
Organizo en el papel todo aquello que nunca he podido decir. A lo mejor lo que nunca diré.
La poesía, es un escudo, una muralla, una escalera a la vez.

• Facebook
• Instagram
• LinkedIn
• Pinterest